viernes, 3 de enero de 2014

Un tal Gutierrez

A Gutierrez nunca le habían gustado las plazas hasta ahora.
O por lo menos eso recuerda.
Debería empezar por aclarar que este tal Gutierrez en verdad soy yo, pero siempre me gustaron los cuentos que hablan de un tal Gutierrez que podría ser usted o el vecino.
Decir que Gutierrez en verdad es Delfina, no genera interés, por lo menos no el de quien relata.
Entonces Gutierrez que hoy podría tener al rededor de cincuenta, cuenta que hoy disfruta más de las plazas que de infante. Si recuerda la sortija que un tal hombre repartía sin esmero allá por la calle Alberti, pero no más. 
Hoy mantiene un vinculo un tanto obsesivo o encantador con estas manzanas sin dueño.
Aunque tan solo sea una pasada fugaz camino hacia algún lado, le generan un amor inexplicable. 
No es por lo niños, igual le da a Gutierrez que se encuentren vacías.
No le encuentra una razón.
Serán los bancos que tan ordenadamente esperan amistades, o las historias que en su cabeza estos cementos albergan.
No lo sabe, solo que al pasar siente una extraña necesidad de pararse y mirar, observar, robarse alguna fotografía de un instante. 
Parecida a la obsesión que mantiene con las panaderías. 
Pero esa es otra historia de la que Gutierrez no tiene respuesta lógica.
Será el olor, no lo sé, me dijo.
No supo contestarme.
Pero al pasar las espío curioso. 
Entonces hoy más que a los seis, Gutierrez se pasea por una plaza o dos y se emociona.
Solo eso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario