Como Susana madruga todos los días y se calza el joggin para barrer y
baldear la vereda de su casa, Paula madruga todas las mañanas y se calza la
calza para encontrarse con David, su personal trainer, en la vereda de su casa
y realizar su rutina de gimnasia por las calles de San Isidoro, desfilando su
escote y escultural cuerpo durante una hs o dos.
Susana camina hacia la panaderia para conseguir el pan casero de Doña Elvita y disfruta del mate de las 10.00.
Paulita se monta en su hilux negra de vidrios polarizados para disfrutar del café de las 10.00 junto a Helenita en su deli preferido de San Isidoro,
Ambas mantienen una tendida charla con sus respectivas acompañantes.
Susana, con los ojos iluminados de emoción, charla con Elvita acerca de su nieta Francisca, y de la posibilidad de descansar unos dias en familia en las costas de San Beto.
Paula y Helenita mantienen una competencia silenciosa, hablando de cuán espléndidos son sus hijos, y lo maravilladas que están con el funcionamiento del Cardenal Newboys, colegio al que mandan a Faustino y Faustiniano, sus respectivos tesoros.
Susana está preocupada por la salud de Héctor, su marido. Paulita está preocupada por que este año no podrá vacacionar en Punta Celeste, pero prefiere no comentarlo con su amiga.
Después de acomodar los ruleros en su cabeza, Susana prepara con dedicación una receta para su nieta e hijos que hoy la visitan.
En la peluqueria de San Isidoro, Paula religiosamente como cada semana extiende sus manos frente a la mujer que le arregla las uñas, al mismo tiempo que por detrás alguien nutre, colorea y le adorna el pelo. Entre medio, interrumpe para hablar con Dorita y decirle que busque a Faustino en el colegio, ya que ella tiene clase de yoga energética rejuvenecedora y no llega.
El barrio donde vive Susana es tranquilo, silencioso y amigable. Oscar atiende la verduleria que cierra obligatoriamente a la tarde para descansar, y el Señor Gutierrez, si bien no muy sonriente pero atento, es dueño de la libreria de la esquina que Susana frecuenta cuando su nieta llega de visita.
San Isidoro es tranquilo y silencioso gracias a las armas que portan los guardias de seguridad que se extienden a lo largo de todas las esquinas. Paulita esta tranquila, sabe que está segura entre estos hombres uniformados.
Susana espera la llega de Héctor con un delicioso plato casero y una sonrisa contenedora.
Paulita todavía no volvió a casa, pero Dorita ya preparó un plato exquisito.
Y uno pensaba que barrios eran los de antes...
Susana camina hacia la panaderia para conseguir el pan casero de Doña Elvita y disfruta del mate de las 10.00.
Paulita se monta en su hilux negra de vidrios polarizados para disfrutar del café de las 10.00 junto a Helenita en su deli preferido de San Isidoro,
Ambas mantienen una tendida charla con sus respectivas acompañantes.
Susana, con los ojos iluminados de emoción, charla con Elvita acerca de su nieta Francisca, y de la posibilidad de descansar unos dias en familia en las costas de San Beto.
Paula y Helenita mantienen una competencia silenciosa, hablando de cuán espléndidos son sus hijos, y lo maravilladas que están con el funcionamiento del Cardenal Newboys, colegio al que mandan a Faustino y Faustiniano, sus respectivos tesoros.
Susana está preocupada por la salud de Héctor, su marido. Paulita está preocupada por que este año no podrá vacacionar en Punta Celeste, pero prefiere no comentarlo con su amiga.
Después de acomodar los ruleros en su cabeza, Susana prepara con dedicación una receta para su nieta e hijos que hoy la visitan.
En la peluqueria de San Isidoro, Paula religiosamente como cada semana extiende sus manos frente a la mujer que le arregla las uñas, al mismo tiempo que por detrás alguien nutre, colorea y le adorna el pelo. Entre medio, interrumpe para hablar con Dorita y decirle que busque a Faustino en el colegio, ya que ella tiene clase de yoga energética rejuvenecedora y no llega.
El barrio donde vive Susana es tranquilo, silencioso y amigable. Oscar atiende la verduleria que cierra obligatoriamente a la tarde para descansar, y el Señor Gutierrez, si bien no muy sonriente pero atento, es dueño de la libreria de la esquina que Susana frecuenta cuando su nieta llega de visita.
San Isidoro es tranquilo y silencioso gracias a las armas que portan los guardias de seguridad que se extienden a lo largo de todas las esquinas. Paulita esta tranquila, sabe que está segura entre estos hombres uniformados.
Susana espera la llega de Héctor con un delicioso plato casero y una sonrisa contenedora.
Paulita todavía no volvió a casa, pero Dorita ya preparó un plato exquisito.
Y uno pensaba que barrios eran los de antes...