lunes, 6 de mayo de 2013

Despues de Virginia Wolf


Hace poco lei un ensayo de Virgina Wolf. Nunca había leído nada de ella y me atrapo al instante.
Conocida feminista y transgresora para su época, lucho desde la literatura y el pensamiento por la libertad de la mujer.
Entonces, dejando de lado los hechos biográficos, decía que hace poco terminaba de leer uno de sus libros, cuando me disponía a bajar del tren y caminar por la calle, acción tan cotidiana como simple que de importante no tiene nada, cuando pasando por un puesto de revistas, acción cotidiana que de importante tampoco tiene nada, una catarata de imágenes sin vergüenza de mujeres desnudas, de mujeres que se besan desnudas, de mujeres que desnudas miran sin pudor un lente ajeno, me sacó de mi introspección y viaje a Pluton matutino. Revistas que se encuentran al alcance de cualquier transeúnte.
En ese mismo momento, recordé entonces un programa de televisión popular que al igual que las fotos, me habían dejado en estado de reflexión, y herido profundamente mi orgullo de mujer. El llamado “Pone a Francella” donde el padre de una familia que quiere parecer costumbristamente Argentina, se ve seducido por la amiga de su hija, caracterizada de manera vulgar como linda y adolescentemente básica. Vuelvo a pensar en las revistas y otra vez en el programa, que simbolizan tan solo unas de las miles propagandas machistas a las que estamos expuestos en el siglo XXI.
Pienso entonces, como uno se ha acostumbrado a creer que “esas” eran cosas de antes, de siglos atrás de los que ya no tenemos nada que ver, ya que la mujer hoy no solo tiene derecho a votar, sino que hasta ha llegado a ocupar el meritorio cargo de jefas de estado, y vuelvo a pensar, ¿es eso lo que nos hace creer tan infantilmente que el machismo es algo de lo que hoy ya no se puede hablar? ¿ Que la mujer hoy ya nada tiene que semejarse a la mujer del pasado?
Agradezco en nombre de las mujeres que hayamos llegado finalmente a eso, pero viendo estos programas, estas revistas, tantas publicidades en internet dónde la mujer aparece como este objeto (de deseo? De veneración?), me pregunto si no seguimos tapando o intentado ocultar que todavía queda tanto por recorrer. Los antiguos griegos veneraban a la mujer como Diosas, creaturas casi elevadas, mágicas, religiosamente admiradas. Hoy, las veneran como Diosas desnudas en revistas baratas, para que el hombre actual, pueda concederse momentos de placer, y deleitarse de estos cuerpos. Cuerpos.
Hoy en mi país, porque de eso puedo hablar mejor, veo como figuras femeninas públicas a una Karina Jelinek, Rocio Girao Diaz… o tantas otras que son reconocidas por sus esculturales cuerpos de goma. Tomate el segundo de buscar bajo el titulo de “mujeres argentinas” en google, y solo aparecerán en primer lugar, figuras aceitadas con poca ropa.
Sigo, y sin hacer juicio de valor a su política, sin tomar partido, y pienso en nuestra Presidenta. Una mujer fuerte, segura, sin miedo. ¿Qué genera esta mujer fuerte y segura? Odio. Rechazo.
La idea de una mujer poderosa y sin pelos en la lengua, todavía no entra en la mentalidad moderna, por más que hablemos de trabajo y auto-superación, por más que le demos lugar a opinar, a liderar. Todavía quedan resabios de esta mujer pasada, de esta mujer que muchos prefieren débil, en casa, cocinando y atendiendo a la familia.
Porque qué se dice de los jóvenes que eligen la superación personal por sobre la familia, los hijos…
Se los condena en silencio en la cabeza de tantos, tantos conservadores que aún siguen pensando que la mujer se debe a su marido.
Y no exagero. Lo recibo directamente, y lo digo intentando no herir sensibilidades. Lo que recibo constantemente, no de todos, pero tristemente de muchos, con acciones, sin palabras, es que la mujer se debe al lado de un hombre.  No hablo en contra del vínculo, en contra del matrimonio, de hecho lo anhelo, pero siempre y cuando se busque una autonomía como ser humano previamente. No como MUJER, como SER HUMANO.
Estamos en el 2013 y veo más divorcios, (quizás también soy mas consciente), veo más mujeres que quieren construir un camino propio y genuino, pero también veo el gigante que avanza para aplastar este ideal: hombres que gozan de esta propaganda, hombres que la consumen sin cuestionamiento alguno, y peor aún, mujeres que sostienen y alimentan este proyecto.
Mucho más hay para decir del humillante y asqueroso negocio de trata, de prostitución, y sometimiento que hay hacia el género femenino. Y no me importa juzgar si quien lo inicia es un hombre de clase alta que lleva a sus hijos al colegio, si quienes lo consumen y alimentan son muchos, no todos, pero muchos.
Patéticas me parecen las anécdotas debutantes de adolescentes temerosos, de adultos sin pelotas que se acercan a “estas diosas” porque sus mujeres de hace 2, 6, o 20 años ya no los calientan (y claro, después de cuatro hijos, y de entregar la vida y valoración propia en pos de un título o emblema familiar que es una farsa…). Hombres de plata que por alguna razón perversa que me produce tanto asco que pierdo las palabras, “ invierten” su capital en el negocio más corrupto y sucio de la historia de la humanidad. En fin, hombres que hacen que aun hoy, en el 2013, siglo XXI, la mujer siga denigrada, sometida, y tristemente, somos también nosotras quienes venimos falladas de fábrica, al pensar que así es como debe ser.
Por eso creo que nuestro deber es entender, reaccionar y avanzar, no para lograr obtener los mismos derechos legales, políticos o sociales, o no solo para eso, sino para lograr establecer en este mundo una mirada de igualdad como seres humanos, con nuestras diferencias, pero con un estado común de seres humanos . Para que dejemos de necesitar “desnudarnos” para mostrar que tan humanas y transgresoras somos.
Desnudemos el alma, no el cuerpo. Desnudemos las ganas, las pasiones, no la carne. Entreguemos nuestras ideas, nuestras canciones, nuestras poesías. Entendamos que no hay diferencia en el alma, si en el cuerpo. Que no hay diferencia en el alma, si en las reacciones. Que no hay diferencia en el alma, si en las ideas. Que no hay diferencia en el alma, si en los tratos. No es una utopía, o quizás lo sea para quienes quieren mantener el mundo a su favor, no creamos que por la cantidad de cambios, ya hemos alcanzado todo, al lado hay una mujer que no lo vive igual, al lado hay una mujer que no VIVE igual.