sábado, 13 de septiembre de 2014

Sabe que lo estuve pensando?
Porque me trata de usted?
Porque así lo siento. Así lo admiro.
No me admire, soy un hombre mas.
Porque me trata de usted?
Porque usted así lo hizo, y no quiero sonar fuera de lugar.
De acuerdo.
Porque usa estas palabras? Que trata de decir?
No lo se. Me salio así de la boca, y así prefiero escribirlo.
Porque me admira?
Porque usted es grande y es todo lo que desearía alcanzar.
Que parte?
Usted entero, o de a mitades, o como venga.
Me avergüenza que me admire, yo admiro a los grandes, a los grandes en serio.
Y que le diría a un grande si lo tuviera presente?
Que lo admiro.
Solo hombre?
O mujer también.
A mi me admira?
Bueno depende. Cuales son sus logros?
Admirarlo.
Disculpe pero eso no cuenta.
Haberlo encontrado quizás. Eso no fue fácil.
Siempre estuve acá. En el mismo lugar.
No lo creo, de haber sido cierto lo habría encontrado antes.
Muy bien. Entonces me admira. Y que quiere de mi?
Que me admire. O me de un beso.
Que la admire o le de un beso?
Con un beso es suficiente.
Y entonces?
Entonces lo sonare mil veces mas, esta vez con ese beso.
Seria peor. Acrecentaría la admiración, el deseo.
Mejor con beso que sin `el imaginando como podría ser.
Y si el beso no la satisface?
Imposible. Ya puedo sentirlo.
Porque esta tan segura?
Porque lo conozco. Conozco sus labios y puedo asegurarle que va a gustarme.
Muy bien.
Esta segura? 
Segura de su beso?
Segura de preferirlo real a en sueños.
Si claro que estoy segura. Usted no se preocupe por mi.
Pero entonces va a querer mas.
Porque esta tan seguro?
Porque así somos los humanos.
Tal vez yo no sea humana.
Si lo es.
Como lo sabe?
Por su olor y sus palabras.
Y si mi beso le gusta?
Disculpe?
Y si en lugar de admirar yo sus labios usted pasara a admirar los mios.
No lo creo.
Porque esta tan seguro?
Porque lo hubiese sentido al verla.
Pruebe. Acérquese.
Y bien?
Discúlpeme. No sabia que podía saber tan hermosa.
De modo que le gusto?
Si.
Y como no lo sintió antes?
No lo se. No lo entiendo.
Me admira?
La deseo.
Pero me admira.
También.
Porque?
Por sus labios.
Eso no cuenta.
Por su forma de besar.
Y por la suya.
De modo que estamos igualados.
Y ahora?
Ahora deberíamos besarnos nuevamente. Acérquese.
Me gusta su olor.
Ya no se quien habla. Si es mi turno o el de usted.
Ya no se si es hombre o mujer, y ya no se que soy yo.
Somos lo mismo y el orden no importa.
No se como hablar si no hay un orden. Si no hay un sexo.
Hable como sienta, hable nomas, y la escuchare y yo también hablare, sin orden, asi como salga…
Lo admiro.

Yo también.

jueves, 11 de septiembre de 2014

Un cafe y una ventana

Prefiero sentarme en una mesa con ventana. Justo en la esquina,
Asi puedo mirar a la gente, entiende?
No es que me interesen en serio. Digo, no soy chusma, es que encuentro cálido el observar desde mi silla, por la ventana y hacia la calle.
Asi como algunos prefieren un programa de chimentos para olvidar. Entiende?
Para olvidarme un rato.
Yo prefiero mirar por la ventana y olvidarme en la calle. En su sol, en su cielo, en ese transeúnte por ejemplo.
Vea que esta quieto y espera. Tiene una expresión ausente. Quizás perdió algo, o a alguien.
Asi prefiero olvidarme.
Prefiero tomar un café y perderme por la ventana que mirar un programa de chimentos,
Quizás por momentos parezca que observo pero en verdad estoy ausente. Por lo tanto no puedo decirle en que pienso o que miro.
Solo que de pronto percibo que no recuerdo que miraba, no retuve los detalles de tal o cual personaje. Estaba asi como flotando, pero son unos pocos segundos.
Ya se, yo también creo que estaría bueno perderse por mas tiempo, asi, abstraerse. Lo que pasa es que de chica me dijeron que estaba mal. O que resultaba extraña mi manera de alejarme estando aca. Como podía olvidarme por un rato. Como poner pause, vio?
Uno aprieta el botón y la imagen se congela por unos instantes infinitos, hasta que vuelve.
Entonces aprendi a disimularlo, creo.
A veces se dan cuenta.



Observe.




Ahí. Ahí volvi. Se dio cuenta?
Yo seguía acá pero en verdad no estaba.
Lo noto?
Bueno, voy a tener que dejarlo. Fue un placer conocerlo.
Café con leche. En taza grande, bien grande. Y puede ser una mesa en la esquina, ahi donde esta la ventana?



viernes, 13 de junio de 2014

Roberto, su camisa y sus zapatos

Hacia frio, esa mañana en que Roberto salió de su casa. Iba al trabajo, como siempre, y vestía los mismos zapatos gastados y camisa abotonada al cuello, como siempre.

Como siempre, camino por las mismas cuadras, y paso delante del mismo puesto de diarios.
Hasta ahora, nada original, nada que llamara su atención, o la nuestra. Roberto, su camisa, sus zapatos, y la calle.

Cruzo la avenida, precavido, quizás quejándose ante algún colectivo prepotente, y piso la misma baldosa floja, que los días de lluvia mojaba esos mismos zapatos gastados.
El otoño era el mismo que Roberto había conocido en la ciudad. Gastado, seco, y pintado. Le gustaba el otoño a Roberto. Pero seguía siendo el mismo, solo que aquel árbol que tanto le gustaba había gastado sus hojas antes de tiempo. Que lastima, pensó. A Roberto le gustaban sus hojas.
Paso ante el puesto de flores, y no compro ninguna, lo mismo con el puesto de sahumerios y medias arrinconadas en la vereda, tampoco lustro sus zapatos en la esquina, ni freno a llenarse del olor de la garrapiñada que tanto le gustaba.

Dudo en entrar a la panadería, pero enseguida siguió su trayecto sin demorarse. Espero en otra esquina, la vida del peatón por la mañana puede ser estresante. Y a Roberto no le gustaba estresarse. Espero.
Y en esa espera, se encontró con un cartel que desde el poste de luz lo miraba y lo buscaba.
Don especial desde el nacimiento. Videncia. Cambie su vida, encuentre el amor. Zulma.
Curioso, pensó.
Miro a su alrededor, para asegurarse que nadie estuviera viendo sus pensamientos. Escuchando sus ideas. Y al confirmar que se encontraba solo con Zulma, tomo su celular de botón 7 gastado, y agendo aquel número.
Quizás había dejado algún semáforo más de lo habitual. No se había percatado. Pero entonces alzo la vista, cruzo la calle, tomo las llaves y abrió las puertas de la ferretería.

Zulma en su bolsillo, y el mismo olor oxidado de los años en aquel cuarto.


viernes, 3 de enero de 2014

Un tal Gutierrez

A Gutierrez nunca le habían gustado las plazas hasta ahora.
O por lo menos eso recuerda.
Debería empezar por aclarar que este tal Gutierrez en verdad soy yo, pero siempre me gustaron los cuentos que hablan de un tal Gutierrez que podría ser usted o el vecino.
Decir que Gutierrez en verdad es Delfina, no genera interés, por lo menos no el de quien relata.
Entonces Gutierrez que hoy podría tener al rededor de cincuenta, cuenta que hoy disfruta más de las plazas que de infante. Si recuerda la sortija que un tal hombre repartía sin esmero allá por la calle Alberti, pero no más. 
Hoy mantiene un vinculo un tanto obsesivo o encantador con estas manzanas sin dueño.
Aunque tan solo sea una pasada fugaz camino hacia algún lado, le generan un amor inexplicable. 
No es por lo niños, igual le da a Gutierrez que se encuentren vacías.
No le encuentra una razón.
Serán los bancos que tan ordenadamente esperan amistades, o las historias que en su cabeza estos cementos albergan.
No lo sabe, solo que al pasar siente una extraña necesidad de pararse y mirar, observar, robarse alguna fotografía de un instante. 
Parecida a la obsesión que mantiene con las panaderías. 
Pero esa es otra historia de la que Gutierrez no tiene respuesta lógica.
Será el olor, no lo sé, me dijo.
No supo contestarme.
Pero al pasar las espío curioso. 
Entonces hoy más que a los seis, Gutierrez se pasea por una plaza o dos y se emociona.
Solo eso.